Al ver a Carolina Arregui no extraña que haya encarnado a grandes heroínas de las teleseries chilenas. Mirada dulce, sentimientos a flor de piel, ojos expresivos. Por eso llegó a la televisión cuando era “bien cabra chica”, a los 16 años. Y aunque por años fue la mujer símbolo de Canal 13, su debut fue en Televisión Nacional: “Dos teleseries que se llamaban ‘El juego de la vida’ y ‘La Represa’. Para mí fue un mundo nuevo, descubrir lo que veía a través de la pantallita chiquitita… Todo lo que había, la cantidad de gente que estaba detrás trabajando, los camarógrafos, técnicos, iluminación. No sabía si lo estaba haciendo bien, si lo estaba haciendo mal. Estaba deslumbrada, pero después de descubrir este mundo y de haber observado -porque yo creo que uno aprende mucho mirando a los grandes actores-, la verdad es que agarré rápido el ritmo”.
- ¿Cómo era su relación con los actores y actrices?
Estaba recién empezando y mi relación era muy desde debajo de la mesa. Eran tremendos íconos de la vida. Trabajar con ellos era un regalo, una tremenda experiencia. No tengo recuerdos de haber cruzado alguna palabra con ellos en esos días porque, además, era súper tímida. Sin embargo, fue una experiencia tremendamente maravillosa haber trabajado con Luis Alarcón, Lucy Salgado, Bastián Bodenhöfer, Sonia Viveros, Tomás Vidiella. No quiero dejar a nadie afuera, porque eran todos tremendos, tremendos actores”.
Luego, Arregui se cambió a Canal 13, donde hizo un pequeño rol en “Los títeres” como Gloria, una joven sencilla, hija de “El Tuco” (Jorge Yáñez). “Hacer una teleserie con un personaje –daba lo mismo que fuera protagónico o no– para mí era lo máximo. De hecho, fue como un cuento de hadas porque ahí fue cuando conocí a Oscar Rodríguez”. El reconocido director, que ya contaba entre sus créditos a “La madrastra” y es el realizador que más contribuyó a las telenovelas en esa década, se casó con Arregui al terminar la grabación de “Los títeres”.
-Pero, tras ese papel, tomó la decisión de volver a TVN, ¿por qué?
“Me fui de vuelta por muchas razones. Había hecho un personaje muy lindo, me había casado con el director máximo del área dramática, no tenía estudios. Necesitaba demostrar que no había hecho teleseries porque había entrado como de yapa o de buena onda. Había que ganarse realmente el respeto y el lugar que a uno le habían dado. Yo dije: ‘Es el momento para demostrar, y demostrarme a mí misma, que estoy aquí porque realmente tengo talento. No tengo estudios, pero le pongo toda el alma y todo el corazón del mundo a lo que estoy haciendo y yo creo que de eso se trata’”.
Así llegó a encarnar a Gabriela en “La torre 10”. Era una “niña rica” que se enamora de un joven modesto, Pablo, interpretado por Rolando Valenzuela. La clásica historia de amor entre clases sociales distintas representada con verdad y emoción en la telenovela que fue un éxito en el segundo semestre de 1984.
Tras esta prueba superada, Arregui retornó a Canal 13 para el rol que le cambió la vida, Nice de “Ángel malo”. “Cuando Óscar (Rodríguez) me habló de este personaje no lo podía creer. Dije ‘no puede ser que me estén ofreciendo un personaje tan maravilloso, tan protagónico, si siento que todavía me queda tanto por demostrar’. Pero estaba segura de que si no hubiese tenido pasta para esto, no me lo hubiesen dado”.
- ¿En qué medida fue dimensionando la relevancia que tuvo ese personaje?
“Yo no tenía conciencia de lo importante que era lo que estaba haciendo, lo hacía porque me enamoré de ese personaje. Y teníamos un elenco muy chiquitito, pero power. ‘Ángel malo’ fue el inicio de muchas más que vinieron, pero para mí fue y ha sido, hasta el día de hoy, una teleserie que marcó mi vida y que me dio la oportunidad de poder seguir desarrollándome en este rubro maravilloso que es la actuación, la comunicación. Y no sólo cuando están las lucecitas prendidas y la cámara, también después, cuando conoces a las personas que están detrás, las que hacen realmente posible que uno pueda destacarse, gente que te apoya o que te dice ‘vamos de nuevo mejor’, aunque no hayas tenido ningún furcio ni te hayas equivocado, siempre pensando que tú puedes dar más, que tú lo puedes hacer mejor”.
– Una de las características más recordadas de Nice es que, efectivamente, parecía inofensiva, pero tramaba e intrigaba para lograr sus objetivos.
“La gracia de esa teleserie es que por primera vez se mostraba un personaje tan humano. No era ni buena-buena, ni mala-mala. Tenía sentimientos, se equivocaba, cometía errores. Tenía una gran ambición de salir de dónde venía, no porque no quisiera asumir y amar a su familia, sino porque ella quería que sus padres y hermanos se sintieran orgullosos de ella y ser alguien mejor. Y claro, llegó a esa casa (de una familia acomodada) y se encontró con un castillo que la embaucó y dijo: ´Este es mi lugar. Aquí es donde tengo que estar’. Fue un personaje que hizo cosas no muy buenas por conseguir su objetivo. Era el amor. Yo la justificaba. Ella hacía lo que hacía, lo que fuera, por amor. Pero le tocó pasarlo mal también. De alguna forma ella tenía que pagar esa ambición con la que también hizo daño”.
“Ángel malo” (1986) tiene una de las escenas más icónicas de la historia de la TV chilena. Cuando Nice da a luz, su parto se complica hasta llevarla al borde de la muerte y su esposo, Roberto, interpretado por Bastián Bodenhöfer, se desespera, sufre y llora a gritos al perderla. Son dos interpretaciones que, décadas después, siguen conmoviendo. Las lágrimas que corren por el rostro de Roberto, la dulzura de Nice a las puertas de la muerte.
-¿Cómo fue la grabación de esta escena emocionalmente tan desgastante?
“El día que grabamos la última escena de ‘Ángel malo’, que era precisamente la muerte de Nice, fue un día muy especial porque estuvieron las personas justas en el estudio. Don Óscar Rodríguez en el switch. Nos entregaron esa escena con Bastián: ahí no hubo dirección, simplemente ya estábamos tan a caballo de los personajes y los teníamos tan impregnados que Óscar estimó que no era necesario dar ningún tipo de indicación, simplemente nos dijo: ‘Esto es de ustedes. Vívanlo’. Imagínate la tremenda responsabilidad que nos dio, pero fue lo mejor que nos pudo haber pasado”.
Arregui rememora que la grabación se hizo en una sola toma: “No había posibilidad de error, de nadie. O sea, los camarógrafos, todos, estaban aterrados de hacer un plano que no correspondiera, de tener un fuera de foco, de que no se escuchara. Decidimos con Bastián no ceñirnos al texto, nada, simplemente era la situación y había que vivirla a concho. Cuando terminamos esa escena estaban todos llorando, incluyéndonos a nosotros”. Cuando llegó el momento de emitir el capítulo, el público se conmovió: “La gente nunca esperó que la Nice fuera a morir, estaban muy enojados, llamaban al canal y decían: ‘Pero cómo es posible que nos hagan enamorarnos de un personaje que es tan humano, en el que yo me puedo sentir reflejada, y le hacen esto’. Nunca se había matado a la protagonista de una teleserie y menos después de que la gente se hubiese encariñado tanto y el público se preguntaba ‘¿Por qué tenía que pagar de esta forma? ¿Por qué no podía ella reivindicarse, pedir perdón, ser perdonada y tener una oportunidad en la vida de ser feliz?’”
Tras el éxito de “Ángel malo”, Arregui siguió con la buena estrella con personajes en “La última cruz”, de Arturo Moya Grau, y “Semidiós”. En 1990, encarnó a Gianna, la heroína de “Te conté”, basada en un libreto del brasileño Cassiano Gabus Mendes, el mismo autor de “Ángel malo”. La trama transcurría en una pensión donde circulaban distintos personajes, entre ellos Leo, un joven ciego, interpretado por Bastián Bodenhöfer. “Con Bastián éramos yuntas, pareja televisiva, nos entendíamos muy bien, nos sabíamos sobrellevar, nos leíamos más allá”.
-“Te conté” también tiene un final atípico. Leo se opera para recuperar la vista, pero las cosas no transcurren como el público espera.
“Fue muy impactante, porque las personas querían que resultara la operación y él pudiera ver. Pero lo que todos esperábamos que sucediera, no ocurrió. Leo no pudo ver. Y hay frases que a uno no se le olvidan, por ejemplo, Bastián decía: ‘Esta sala está muy oscura’, cuando empieza a abrir los ojos después que le habían sacado las vendas. El médico pone un poco más de luz, prende las luces de la pieza, abre las cortinas, la ventana. ‘No veo, no veo nada. No puedo ver’, dice Leo. Y Gianna lo consuela: ‘No importa. Vamos a salir adelante y a ser felices igual. Yo te conocí sin que vieras «. Y fue un final maravilloso porque hicimos escenas tan lindas. Bastián se la jugó haciendo un personaje precioso. Anduvimos a caballo, nos metimos al mar, me acuerdo de que chapoteábamos en el agua en pleno invierno, estábamos cagados de frío. Finalmente se dio una gran lección a través de eso: a veces no se consiguen las cosas que uno quiere y no por eso la vida va a ser peor, hay que darse una oportunidad, siempre. Y eso fue lo que ocurrió con esta pareja”.
La teleserie que siguió a “Te conté”, “Villa Napoli” dio cierre a una década virtuosa del área dramática de Canal 13. “La época de oro de Canal 13…. Fue increíble porque la gente se acostumbró a ver el canal, las teleseries, se encariñaba con los elencos. Las teleseries en esa época tenían argumento, humor, tragedia, todos los elementos que se necesitaban para que funcionaran bien. Sentí mucho la presión también, porque en ese minuto yo ya tenía tres hijos, era cabra chica, pero adelantada para todo”.
-¿Cómo vivía la presión de ser siempre la heroína del afiche, la que convocaba?
“En esa época, los afiches de alguna forma te contaban un poco de quiénes iban a llevar la historia. Era una gran responsabilidad y cada vez la vara quedaba más alta y tenías que exigirte más. Ese era mi principal concepto: enfrentar los personajes como si fuera el último de mi vida”.
En 1993, Arregui encarnó a la intensa Vanessa en “Marrón Glacé”, otro éxito de la factoría de Canal 13, con guiones brasileños adaptados esta vez por Fernando Aragón y Arnaldo Madrid. Luego de esta telenovela, Canal 13 la sacó de pantalla. Carolina comenta: “Hubo una época, después de ‘Marrón Glacé’ en que estuve ausente por razones mayores a lo que hubiera querido. Yo quería seguir haciendo teleseries, pero en fin… Estamos hablando de otra época, tú metías las patas en algún momento, cometías un error o lo que sea y era imperdonable. Y me tocó vivir esa época, fue muy doloroso para mí. Imagínate después de haber estado en la cima haciendo teleseries, protagonizando teleseries, y que de repente te quedes así sin nada, sin saber qué hacer de tu vida. Cuando uno pasa por momentos así, porque a todos nos ha tocado, busca la manera de poder salir adelante y mi familia para mí fue lo más importante, fue mi tremendo apoyo, mi contención”.
El distanciamiento de Arregui con las telenovelas terminó cinco años después, cuando fue convocada por Herval Abreu para la naciente área dramática de Mega. “Sentí que si estaba de vuelta era porque tenía mucho más que entregar, porque no se había terminado mi carrera, porque tenía que comenzar de cero. Y eso significa haberte caído, haberte pegado un costalazo muy grande y haber sido capaz de levantarte. Uno se cae una vez y se tiene que levantar otras diez, así es la vida”. De su paso por Mega quedaron dos teleseries, “A todo dar” y “Algo está cambiando”. El pie para regresar a su clásica casa televisiva, Canal 13, fue la adaptación chilena de la comedia argentina “Buen partido”, donde interpretó a una mujer en permanente guerra con su exmarido, Guillermo (Fernando Kliche).
Pero el gran impacto vino en 2003, cuando la productora Verónica Saquel la convocó para el elenco de “Machos”. Arregui era la humilde Sonia, amante del patriarca de la familia Mercader, Ángel (Héctor Noguera). La casualidad hacía que Sonia descubriera un amor verdadero, sin ataduras, con el hijo de Ángel, Alonso Mercader (Cristián Campos). “Mi personaje era, al principio, muy muy pequeñito, pero fue agarrando vuelo en la medida en que transcurrió la historia. Fue una teleserie muy bien pensada, muy bien hecha, con historias paralelas que corrían rapidísimo y que cada una de ellas te cautivaba y a mí me tocó formar parte de esa historia ni más ni menos que con dos Mercader, con el padre y con uno de los hijos. Fue un personaje precioso, una mujer esforzada que vendía empanadas”. Sonia también marcó un cambio de registro: “Los personajes que me había tocado hacer previamente eran de mujer empoderada y fuerte. La Sonia era frágil, necesitaba liberarse de alguna forma de este encierro, de estar oculta, de estar mintiendo permanentemente”.
-En 2005 protagonizó “Brujas”, volviendo a las mujeres fuertes. En este caso a Beatriz González, la dueña de una empresa de “profesionales del servicio”. ¿Es cierto que Beatriz tenía rasgos de la productora Verónica Saquel?
Arregui sonríe y responde: “Verónica Saquel, te voy a pelar, pero para bien. Verónica es una mujer con una fuerza, con una garra y con un talento como pocas. Nos hicimos súper amigas, se la jugó por mí, me dio un personaje de mucha importancia en la teleserie ‘Brujas’ y la verdad de las cosas es que Beatriz era un poco la Vero Saquel también. A ella le encantaba, le encantaba este personaje. Yo le dije: ‘¿Sabes qué?, lo voy a hacer en honor a ti’”.
En 2012, Carolina Arregui volvió a TVN, cuando el canal estatal marcaba pauta con sus teleseries. Fue Eloísa, protagonista de “Pobre rico”, la tradicional historia de cambio de identidades de dos adolescentes, pero con grandes dosis de humor, que la transformaron en un fenómeno de 227 capítulos al aire. “Ahí conocí a Panchito Reyes, a todo el elenco estable con el que trabajaba la Quena (Rencoret) y lo pasé increíble” relata. Y también profundiza en la relación con Mauricio Pesutic, quien interpretaba al “Chuchoca”: “No había escena en donde no me sorprendiera con frases. Siempre salía con algo distinto y me ponía a prueba, me decía: «No te riai, porque yo no voy a bajar las revoluciones del personaje que estoy haciendo. Entonces tú te sumái o te sumái. Me las cantó clarita desde un comienzo”.
La veta humorística siguió con “Somos los Carmona”, otro éxito del área dramática de TVN.
El escenario cambió en 2014 cuando la directora del área, María Eugenia Rencoret, se fue a Mega. TVN comenzó a producir cada vez menos telenovelas, con cada vez menos audiencia. Arregui participó hasta en la última de estas producciones, “Amar a morir”.
-¿Cómo fue para usted ese último período en TVN?
“Me duró poco bailar con la bonita, la verdad de las cosas. Lo pasamos mal, fue un gran duelo porque fue muy lento. Fue como una agonía ir viendo cómo esto se estaba desmoronando y que no había vuelta a atrás. Fuera de sentir la pena de no poder seguir haciendo lo que me gustaba… Caminar por esos pasillos era de terror. Se sentía el frío, se sentía la muerte”.
Con todo, Carolina Arregui, 29 teleseries y mil historias, dice que sigue esperanzada: “Bueno, esta industria es así, va, viene, se gana, se pierde, se compite y se trabaja con mucho amor”. Y agrega: “Hay que tener hambre para hacer esto, jugársela cien por ciento. Siempre decimos que somos un poco locos los actores porque nos metemos en camisas de once varas, pero cuando terminas de hacer una escena, la sensación que te queda es ‘guau, qué mundo tan extraordinario’”.