Gaby Hernández: “Si los personajes secundarios fallan, falla la teleserie”

“En esos años, las teleseries se hacían en vivo. No recibíamos los libretos muy a tiempo y había días en que te estaban maquillando y aún no te lo entregaban. Entonces, te ponían un sonopronter, unas máquinas grandes, anchas, como un celular gordo, y te lo iban diciendo todo por ahí: tus movimientos, tu parlamento, el parlamento de tu compañero. Y era una cosa tan horrorosa que, por los nervios, yo transpiraba y mojaba el aparato."

La primera experiencia de Gaby Hernández con las teleseries fue en México. Ella llegó a ese país como parte del elenco de “La Pérgola de las Flores”, en una exitosa gira internacional. Tenía apenas 24 años cuando el productor Luis de Llano Palmer le ofreció un contrato en Televisa. Se quedó entonces en la capital azteca y participó en la telenovela “Rocambole” (1967), junto a Julio Alemán, galán de México en los años 60. “Él había hecho películas con María Félix y con Luis Buñuel. Entonces yo me sentía muy privilegiada”, recuerda.

Pero no olvida que el método de trabajo no era el más estimulante para una actriz de formación universitaria como ella. “En esos años, las teleseries se hacían en vivo. No recibíamos los libretos muy a tiempo y había días en que te estaban maquillando y aún no te lo entregaban. Entonces, te ponían un sonopronter, unas máquinas grandes, anchas, como un celular gordo, y te lo iban diciendo todo por ahí: tus movimientos, tu parlamento, el parlamento de tu compañero. Y era una cosa tan horrorosa que, por los nervios, yo transpiraba y mojaba el aparato. Yo había estudiado en la Universidad de Chile y había hecho teatro serio. Para mí, esto era un padecimiento. Llegaba a mi casa a llorar. Pensaba ‘cómo yo, que estudié cuatro años, ahora estoy metida en esto’. Y nunca me vi en pantalla porque no se grababa. Iba en directo”.

Gaby Hernández estuvo 15 años fuera de Chile. En México hizo tres teleseries y también obras de teatro y espectáculos musicales. Luego, vivió y trabajó en Washington D.C. y también en Madrid e Ibiza, en España. Volvió al país en 1988, el año del plebiscito. Llevaba cuatro meses en Chile cuando la llamó Sonia Fuchs, productora general del área dramática de TVN para hacer un papel en “Bellas y audaces”. Su personaje era Celeste Riquelme, una mujer que se enamora en secreto del hijo (Ramón Farías) de su vecina (Lucy Salgado). “Yo no tenía idea de nada. No sabía lo que era un rotero (plan de grabaciones de las telenovelas chilenas). Fue muy difícil para mí, pero me ayudaron mucho mis compañeros de elenco, sobre todo mi querida Lucy Salgado. También Mario Poblete, Agustín “Cucho” Moya y Ramón Farías. Todos se portaron maravillosos. Yo me ponía tan nerviosa, que me temblaba una ceja y Ramón me decía ‘que no te tiemble, porque me tiento de la risa’. Lo pasé muy bien y, desde entonces, no paré más de hacer teleseries”.

En 1990 la llamaron de Canal 13 para hacer el papel de la italiana Pola Lhorente, la dueña de una pensión en “¿Te conté?”. “Me acuerdo que en la primera lectura del guión, en una mesa con todos, yo leí con un acento que parecía italiano, porque siempre vi mucha película italiana. Entonces, como se mezcló todo el neorrealismo italiano que había visto de joven, fan absoluta de todas las películas de Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman. Y parece que salió bien. Después de eso, seguí trabajando con el director Óscar Rodríguez, con quien tuve una relación agradable, amigable. Con él aprendí realmente a hacer televisión”.

-Desde entonces, y durante toda la década de los 90, usted actuó en doce teleseries en Canal 13 con variados personajes secundarios. ¿Cómo recuerda esa etapa?

“Yo fui bien feliz en Canal 13, con Nené Aguirre y Claudia Vidal como productoras. A mí me gusta la gente que hace bien su trabajo. Siempre me llevé excelente con Óscar Rodríguez y con Cristián Mason, los directores. Me acuerdo de ‘Sabor a ti’, que fue muy famosa y por la que me gané un premio Apes como mejor actriz por el papel de hermana del personaje de Gloria Münchmeyer, con quien ya habíamos hecho de hermanas en ‘Marrón glacé’. En ‘Sabor a ti’ con Gloria nos peleábamos por el personaje de Tomás Vidiella, pero al final yo no me quedaba con él sino con un psicólogo más joven que interpretaba Alejandro Castillo. Recuerdo que lo pasamos demasiado bien en esa teleserie. Estaba la Rebeca Ghigliotto que hacía de mi hija. Con ella, Tomás, la Gloria y la Javiera Contador nos reíamos mucho, lo pasábamos bomba. Lo que más aprecio en la gente es el humor inteligente”.

Al año siguiente de “Sabor a ti” (2000) emigró a TVN, donde integró el elenco de “Amores de mercado”, la teleserie de mayor audiencia desde la medición electrónica del rating. Allí hizo el papel de Nora Pacheco, ama de llaves de la familia Ruttenmeyer, secreta enamorada de su patrón Camilo Ruttenmeyer (Jaime Vadell). “Esa teleserie tenía un texto y un argumento fantásticos. Y el casting era buenísimo. Mi personaje era secundario, medio fome, y yo traté de hacerlo un poco más graciosillo, pero no daba, no daba. Era como de teleserie antigua: ¿quién tiene ama de llaves ahora? Pero tenía la importancia de que ella sabía toda la trama de cómo se había vendido a uno de los gemelos protagonistas. Gran parte del éxito que tuvo esa teleserie fue por el desempeño de los actores, sobre todo de Álvaro Rudophy, que hacía de los gemelos Peyuco y Rodolfo. Son personajes que quedaron, junto con el Chingao (Mauricio Pesutic)”.

Después de cinco años en el canal público, en 2006 volvió a Canal 13. De esa etapa recuerda al personaje de la abuela Mirza en “Primera Dama” (2010), “una vieja lumpen y arribista, a quien me encantó hacer porque representaba un tema que en Chile me impresiona: el arribismo”. Mirza Pérez empujaba a su nieta Sabina Astudillo (Celine Reymond) a que escale posiciones en la sociedad chilena hasta llegar a trabajar con un candidato presidencial (Julio Milostich). “Mirza quería a su nieta, pero llegaba a puntos de inmoralidad, junto con ella, con el afán de escalar. Me gustó hacer esa teleserie porque era bien crítica de la clase media arribista, de los políticos y de un Presidente chanta”.

En 2014, Gaby Hernández interpretó el personaje que marca un antes y un después en su carrera televisiva: Lita Amunátegui, viuda de Achondo. Era una mujer de clase alta que vivía con su hija Tichi (Paola Volpato) a quien su arruinado marido (Mauricio Pesutic) la abandona repentinamente, dejándola con tres hijas adolescentes. Pierden su enorme casa y sus lujosos muebles y deben irse a vivir a un barrio de casitas pareadas. Lita Amunátegui sufre con ese cambio, se queja permanentemente de que todo es “tan clase media”, pero acompaña a su hija, aprende los quehaceres de la casa y se hace íntima amiga del panadero de la esquina (Fernando Farías). Todo esto lo hace de un modo tan encantador, que no tardó en tener miles de seguidores y su propia página en Facebook (creada por los fans) y en protagonizar avisos publicitarios.

-¿Cómo construyó al personaje de Lita Amunátegui?

“Cuando empezó el trabajo en las mesas de lectura, yo dije ‘no la voy a hacer con mi voz’. Y le puse esa forma de hablar de las pitucas, como que siempre tienen algo en la garganta. Y también aporté el físico y el vestuario. En las primeras pruebas me habían vestido con unos palazzos muy anchos, muy bonitos, con un cinturón bien apretado y unas mangas murciélago. Yo dije: ‘me voy a ver como una vieja flaca metida en un montón de telas’. Hablé con las vestuaristas y les dije: ‘Chiquillas, no. Yo quiero que se note que soy delgada, chica. Pónganme tacos, chaquetitas como las que uso: Chanel. Pantalón ajustado, faldas no mini, pero luciendo pierna. Y mucha joya. Me hicieron caso. ¿Y qué más aporté? El sentido del humor. Empecé a meter varios chistes. Hablé con Rodrigo Bastidas y la Nena Muñoz, que eran los guionistas, y hasta el día de hoy estoy agradecida de ellos porque me dieron la libertad para eso. Y también le agradezco al director Patricio González. Le dije: ‘Pato, yo tengo una tendencia a sobreactuar cuando es comedia, porque soy muy payasa y me gusta payasear; entonces, tú con las riendas, me vas sujetando nomás’. Y ahora he visto de nuevo la teleserie y hay algunas escenas que son como mucho. Yo me hubiera sujetado más. Creo que gustó tanto el personaje que no me frenaron más. También estoy agradecida de la Quena Rencoret (directora) y de la Daniela Demicheli (productora), quien le dijo a la Quena que yo podía hacer ese papel”.

-En “Pituca sin lucas” y en la teleserie siguiente de Mega, “Pobre Gallo”, usted hizo dupla con Fernando Farías. ¿Cómo recuerda esa relación laboral?

“A Fernando lo quiero muchísimo y nos llevamos sensacional. Pero al principio hubo choques. Él tenía que ser un panadero español, pero no. Fernando es siempre él. Al comienzo era muy distraído. Nos tocaba empezar la escena y él andaba por ahí. Yo me ponía nerviosa porque me gusta hacer bien las cosas y entrar a tiempo y lo veía por allá pajareando. Pero siempre con sentido del humor. Nunca sabes si está hablando en serio o en broma. Es genial. Al final, nos llevamos muy bien. Siento una empatía enorme con él. Se nos nota en los ojos y en cómo trabajamos juntos. Cuando estuvimos en ‘Pobre Gallo’, ya nos conocíamos bien. Yo mandona y él distraído y haciendo chistes con todo el mundo. Lo pasamos bien”.

Hasta 2016, y en distintos canales, Gaby participó en 28 teleseries, interpretando una amplia gama de personajes secundarios, a los que ella les otorga una gran importancia. “Creo que si los personajes secundarios fallan, falla la teleserie. Los veo como los pilares que sostienen a una cúpula que son los personajes protagónicos. Yo he tenido la suerte de hacer todo tipo de personajes. De comedia y de drama. En teleseries he hecho, sobre todo, papeles divertidos y me encanta. En teatro, por suerte, he logrado hacer personajes de drama. Se me da el drama porque uno ha tenido todo tipo de experiencias en la vida. He pasado de todo porque el vivir en distintos países y machacárselas sola tiene de maravilloso y de terrible también. Las experiencias terribles las guardo en un lugar y las buenas en otro. Y saco de aquí o de allá según lo que me toque. Tengo harto material de donde bucear. Creo que todos los personajes a uno le dan la posibilidad de tocar distintas cuerdas, distintos tonos, distintas piezas”.

-En 2018 tuvo la oportunidad de hacer su primer personaje protagónico en televisión: Nora Elizalde, una madre de cuatro hijas adultas, quien le oculta a su familia su diagnóstico de Alzheimer en “Casa de muñecos”. ¿Cómo fue esa experiencia?

“Para mí fue terrible por lo siguiente: me quebré la cadera empezando a grabar la teleserie. Fue el 2 de enero. Llevábamos como 35 escenas grabadas. Llamé altiro al Pato González (director) y le dije ‘me vas a tener que reemplazar’. Al poco rato llegaron a Urgencias la Quena, el Pato y la Dani y me dijeron: ‘No, Gaby, el papel es tuyo, te vamos a esperar, no queremos que lo haga otra persona’. Quedamos en retomar las grabaciones el 6 de marzo. Fue terrible porque tenía que tomar analgésicos y eso te pone tonta. Yo soy muy estudiosa y me gusta saberme los textos de arriba abajo, que se note que hay hartos hilitos en el cerebro manejando al personaje. Fui muy apoyada por la Quena, por el Pato y por los compañeros. No por todos. Yo necesitaba esos segundos de concentración en silencio para poder empezar. Y no todos me los daban. Y estaba el dolor. Había escenas en que tenía que dejar el burro y caminar sin cara de dolor, y me dolía. Entonces, siento que no pude dar el cien por ciento. Me dijeron: ‘No, Gaby, si está bien’. Pero uno sabe. Ojalá hubiera estado al cien por ciento. A la teleserie le fue bien. Ayudó mucho, sobre todo a las familias que tienen pacientes con Alzheimer, porque ‘Casa de Muñecos mostró exactamente las tres etapas de esta enfermedad”. 

-¿Tiene alguna escena que recuerde especialmente de toda su trayectoria televisiva?

“Precisamente la última escena de la última teleserie que hice, “Casa de muñecos”. Nora Elizalde está cantando en la playa, vestida de blanco. Era un día precioso, con gaviotas volando. Yo (Nora) voy cantando ‘Libre’ de Paloma San Basilio. Ojalá hubieran elegido algo más de mi gusto, pero el personaje no tenía ninguna pretensión musical. Y mi ex marido (Tito Noguera) iba corriendo detrás mío. Una mujer que ya está libre de todo, que ya vive en otro mundo. No era la etapa final del alzheimer, sino la tercera fase. Ya había pasado la etapa de rebeldía frente a la enfermedad y ya estaba liberada de todo lo que hacía para intentar acordarse de las cosas, para no perder su vida, porque ya la perdió. Pero la música, el cielo, las gaviotas, todo eso la hace feliz. Y el marido, que se había portado pésimo toda la vida, viene corriendo detrás de ella. ¿Qué mejor?”.