Mauricio Pesutic: “Los actores de las teleseries son como los albañiles”

“Yo creo que lo único que han aportado las teleseries es entretención. Si tú me preguntas, derechamente, entretención. Una señora en un boliche al que entré a comprar me dijo: ‘muchas gracias por entretenerme todos los días un rato’. Yo creo que eso es la teleserie. No es más que eso”.

Los lentes de Néstor en “Los títeres”, la boina del Padre Benítez en “Estúpido Cupido”, los pañuelos del “Chingao”. Los objetos que han acompañado algunas de las actuaciones más recordadas de Mauricio Pesutic están en sus baúles. Él tiene una mirada crítica del género, pero le gusta conservar recuerdos de varios de sus personajes, que han marcado hitos en las cuatro décadas de las teleseries en el país. 

“Yo no empecé en telenovela, sino en programas infantiles con el tío Alejandro Michel Talento. Después pasé a ‘Teleduc’ con Teresa Matte, gran amiga. ‘Teleluca’ le decíamos, porque pagaban una luca. El año 82, después de ‘La Madrastra’, venía la teleserie ‘Alguien por quien vivir’, donde había un personaje ciego. Ramón Núñez, que había sido profesor mío en la Escuela de Teatro de la Católica, me llamó para hacerlo”. 

Con ese papel, Pesutic pasó a formar parte del elenco estable de Canal 13 por diez años. Y también llegó a protagonizar “Los títeres” de Sergio Vodanovic, la teleserie que marcó a varias generaciones de realizadores y televidentes: “Es una rara avis dentro de la fauna de teleseries por lo extraordinaria que fue (…) Vodanovic la escribió solo. Él no tenía ayudante. Estuvo un año escribiendo esa teleserie. Creó dos partes, los trece primeros capítulos, que era cuando los cabros eran de la plaza, del barrio, tenían 15 o 16 años; y luego pasaban veinte años y ya se habían armado y desarmado las vidas de ellos”. 

Para el actor, “Los títeres” merece el estatus que tiene en la ficción televisiva nacional: “Cada vez que me preguntan, voy a defenderla como la teleserie mejor escrita en Chile y dificulto que se escriba alguna vez otra como esa. Los personajes estaban completamente diseñados en el texto. Era una obra de teatro de 90 episodios. Te enfrentabas a un texto en el que podías construir un personaje con su psicología, con su universo de relaciones, en fin, con su mundo, cada uno muy particular”. Pesutic aprovecha de hacer un vínculo cuestionando el presente: “Con el tiempo, y ahora último para qué decir, las teleseries se transformaron en algo donde casi no hay personajes. Son como voceros de textos sin ninguna importancia. Es más, en algunas escenas te dice el director: ‘mira, este texto no lo digas tú, dilo tú mejor’; y está bien porque el texto da exactamente lo mismo quién lo diga. No es una particularidad que tenga que ver con el pensamiento, con el raciocinio, con la psicología, con lo social de ese personaje”. 

Pese a su gran recuerdo de “Los títeres”, Mauricio Pesutic considera una desgracia que Néstor, su personaje, y Artemisa (Claudia di Girolamo), su enamorada, no se quedaran juntos: “Vodanovic quería que los dos, Néstor y Artemisa, se encontraran finalmente y así estaba escrito. Pero un señor Hasbún, un cura (…) Ese tipo era el que tutelaba los contenidos de Canal 13 y él dijo: ‘No. Este personaje está separado. No puede quedarse con la mujer que está en la trama’”. 

-Estuvo más de una década en Canal 13, luego pasó a TVN. A su juicio, ¿influyen esos cambios de canal en los actores? 

“Siempre he comparado a los actores de las teleseries con los albañiles: construyes un edificio y te vas para la casa hasta que se construye otro. Y así era el 13. Entonces, en el régimen laboral que tenía, yo trabajaba siete meses en una teleserie, que era más o menos lo que demorábamos en grabarla, y los otros cinco meses me comía los ahorros. Así iba. Pero siempre que terminaba una, a los dos meses el director que correspondía en el 13 empezaba a llamar a los actores, a armar elencos. Un año empecé a darme cuenta de que no me llamaban y veía a los colegas que estaban ya ahí y se acercaba el cierre de elenco. Lo peor del cuento es que yo le había hecho una paleteada al director, pero quedé fuera (…) Y en TVN hubo dos o tres años que hice una teleserie por semestre, lo que no fue malo para mí”. 

-En 1995 hizo al Padre Benítez en “Estúpido Cupido”. ¿Qué recuerda de ese personaje? 

“Pensé en los curas de mi pueblo, de mi ciudad, Punta Arenas. Yo estaba en el Liceo de Hombres y el otro colegio grande, el San José, era de curas. Ahí veía a los curas y me gustaba esto de que había curas españoles, tipos con esos códigos antiguos, del reglazo en la mano. Entonces hice a ese cura español, que era un tipo recto. Lo primero que tenía era rectitud, honestidad. Estaba, claro, situado en el tiempo en que la Iglesia empezó a cambiar, pero no sé si iba a ser un cura progresista. Yo creo que se iba a entender con los cambios del Concilio Vaticano II, sencillamente se iba a adaptar y bien, pero sin dejar nunca la rectitud”. 

Pesutic es culto, deslenguado, ingenioso y lo ha aplicado en toda su carrera: “Yo invento muchas huevás siempre. Hay un personaje que yo le llamo ‘personaje saco’, porque le puedes echar y echar cosas adentro. Hay otros que no permiten nada, son unos huesos y no puedes inventarles (…) A este padre Benítez se me ocurrió que ahuyentara perros que no se ven. El perro está en toda la teleserie, pero nunca ha salido. Y me cuesta meterlo porque a los directores no les gustan esas cosas. Pero la gente se engancha”. 

Con la teleserie siguiente, “Sucupira”, también puso de su cosecha: “Era el primo Renato (de las Hermanitas Lineros) y en el guión salía como anécdota que él había inventado que estuvo en Italia y me agarré de ahí, y empecé, chamullando, a hablar italiano. Sabatini estaba hasta los huevos con el italiano porque, al final de la teleserie, si ves un capítulo, Renato hablaba puro italiano. Pero a la gente le gustaba porque la trama -cuando te acompaña el diseño- funciona. Era un picarón que andaba con esta y con la hermana, y vendía ‘El agua de la vida’ que era un chamullo, pero daba lo mismo”.

Pesutic reconoce que casi siempre busca que sus personajes tengan un mismo look durante la teleserie. “Por comodidad”, dice sin tapujos. Pero en 1997, para “Tic tac” tuvo que dejar esa costumbre al transformarse en un padre separado que busca acercarse a su ex esposa. Para eso, se convierte en una secretaria ultra femenina y empática: Ángela Smith. “Me dio mucho susto cuando me propusieron hacerlo. A propósito no vi la película que había hecho Dustin Hoffman, ‘Tootsie’, porque dije ‘la veo y capaz que termine haciéndolo (igual)’, así que no sé cómo lo hice”. 

-¿Cómo vivió esa transformación tan radical, para un personaje que hasta hoy se recuerda? 

“Yo lo pasé muy bien en esa teleserie. Es la primera vez que me he maquillado. Me tenían como media hora, con el rouge y todo. Me corté el pelo para hacer más cómodo sacarme la peluca (…) Me puse los tacos y es como si hubiera caminado toda la vida con ellos. Me gustaba caminar con tacos y me pitié un montón de pantys medias. Eran bien caras. La Ángela Smith la disfruté muchísimo. Después tenía un programa de radio, ‘Aló Ángela’, en que lo pasaba chancho”.

-En 1999 realizó otro rol memorable, Prudencio, de “Aquelarre”. 

“Ese huaso me costó hacerlo, pero no porque me costara a mí, sino que me costó llegar a que me dejaran hacerlo así. Se llamaba Adolfo y dije: ‘No. Ni cagando hago a un huaso que se llame Adolfo’. Y me responden ‘¿Y cómo quieres que se llame?’. Y ahí propongo que se llame Prudencio. Le he cambiado muchas veces el nombre a los personajes”.

Pesutic da sus razones para la vigencia de Prudencio: “Cuando un personaje tiene un universo de relaciones entretenido, o un triángulo, siempre va a funcionar. Este tipo se hacía el lindo. Era un huaso bastante ladino, un huaso pillo, porque tenía a la coja (Gustava, interpretada por Paola Volpato) por un lado y a la otra que andaba payando todo el día (Poncia, encarnada por Ximena Rivas). Las dos querían con él y este se hacía el lindo para allá y para acá. Eso funciona siempre. Los triángulos andan, a la gente le atraen”. Y también confiesa: “Bueno, ese huaso es el personaje que a mí más me ha gustado hacer. Lo hago altiro, lo tengo aquí (se toca el pecho). Lo pasé muy bien. Este es un personaje saco, tú le puedes meter de todo. Yo le metía adivinanzas de segundo sentido, ‘meto lo duro en lo blando y el resto queda colgando’, hueás así buscaba. Y dije ‘a este huaso le van a gustar los pájaros’. Empecé a averiguar y de repente sale ‘codorniz’, que quedó como un apelativo para referirse a un otro. Me gusta mucho el huaso ese”.

Con más de 40 teleseries, Pesutic cuenta un amplio abanico de roles. Pero mención especial merecen los malos: “Los personajes buenos hablan puras huevás y ponen cara de tonto todo el rato. La Anita González tenía una teoría: decía que cuando uno hace personajes malos debían pagarle más porque uno perdía el favor del público. Si tú te pasas toda la vida haciendo un personaje como Pancho Reyes – y esto no es peyorativo ni estoy hablando mal de eso -, que siempre es bueno, la gente lo adora, lo ama. Uno es al final los personajes que hace”. 

La teoría es plausible, pero también se puede contradecir con el caso de El Chingao, de “Amores de mercado”. Un villano entre comillas. Un malo con carisma. Uno de los roles que mejor se grabó en la cultura popular de la teleserie más vista de las producciones locales.  “Van a ser 20 años y la gente me dice Chingao en la calle. Quedó”. Pesutic relata su mirada para la construcción de ese rol: “Trabajé como un enano ahí. Si bien siempre, en todas las teleseries, escojo los textos y los reescribo porque, como he dicho, están muy mal escritas el 80% de las teleseries. Aquí no solamente fue la reescritura, sino que no estaba diseñado así en el papel. Sencillamente era un tipo que salía de la cárcel, que la mujer le estaba poniendo los cuernos (…) Entonces yo dije este tipo va a hablar coa. Coa viene de boca al revés. Entonces hay muchas cosas del Chingao que yo las tenía. Por ejemplo, el ‘párate en Batuco’ lo escuché de niño”, dice en referencia a uno de los dichos más reconocibles del personaje. 

En el proceso también incluyó material bibliográfico: “Una amiga tenía una gran biblioteca, con un diccionario de coa carcelario, prostibulario, de Vicuña Cifuentes (publicado en 1910).  Tomé cosas de ahí que me gustaban, que estaban en desuso, pero que son muy bonitas. Por ejemplo, ‘receta con humo’, es decir, condenado a muerte. ‘Pasar pa’ la cocina’ era matar a alguien. ‘Aguantarse en las vigas’, no soltar la pepa cuando lo aprietan en la cana”. Parte de este desarrollo lo realizó, como el de otros personajes, en su tierra. “Hay un hotel que está entre Punta Arenas y Puerto Natales. Voy y me encierro los inviernos, y soy el único pasajero. Ahí me encerré para (preparar) el Chingao”. 

-Usted se involucró en esa trama hasta llegar a un punto bastante inusual. 

“Bueno, el Chingao no terminaba así. La última escena del personaje era en un estacionamiento subterráneo al que lo habían citado unos tipos, a los que les debía plata, y le sacaban la chucha. Como última imagen al libretista se le había ocurrido un puro plano del fosforito que masticaba, quebrado en una esquina. Yo le dije a la Quena (María Eugenia Rencoret, la directora de la teleserie): ‘Esta hueá sobre mi cadáver. El Chingao no va a terminar así’ (…) Se había muerto Rodolfo (Bravo) en noviembre del año 2001, mi gran amigo, entonces de ahí en adelante el Chingao usó el pañuelo negro. Yo escribí la escena, escogí la música, los planos, todo: en Estación Central, el tren venía con la música ‘Voy por el mundo sin rumbo fijo’, la cámara está de un lado, el Chingao al otro. Hay un poste, va a sacar la quisca, y cuando termina de pasar el tren, ya no está. Aparece la quisca enterrada en el poste, con el pañuelo y el ojo, el que lo tenía loco (…) No se puede racionalizar, pero esas cosas enriquecen al personaje porque algo está diciendo ese hombre con eso de ‘este ojo me tiene loco’. La gente me pregunta ‘¿para dónde se fue el Chingao? ¿se murió?’…. Se fue, desapareció, se fue en el tren a lo mejor, pero no podía terminar de una manera chata ese personaje que tenía tanto vuelo”. 

La intensidad de Pesutic para involucrarse en sus roles lo hace también ser drástico cuando algo no le parece. Por ejemplo, para su papel de José Luis Risopatrón de “Pituca sin lucas”- teleserie que fue un fenómeno de audiencia- propuso que fuera ludópata para explicar su huida y dejar a su familia en bancarrota. Según dice, no consideraron esta propuesta. “Fue un desagrado hacer ese personaje”. También opina: “Fue un exitazo, pero eso qué dice. Nada. Hay que ver qué había en los otros canales en el momento en que se dio. Ese esquema lo han explotado hasta el máximo, el de los pobres y los ricos que se juntan. Como decía Borges cuando le dijeron que era famoso, que era conocido: ‘Esa es una cuestión meramente estadística, no un criterio’. Lo mismo te podría decir yo de ‘Pituca sin lucas’, no es criterio de que la cuestión sea buena”. 

  • ¿Qué aporte cree que hacen las teleseries? 

“Yo creo que lo único que han aportado las teleseries es entretención. Si tú me preguntas, derechamente, entretención. Una señora en un boliche al que entré a comprar me dijo: ‘muchas gracias por entretenerme todos los días un rato’. Yo creo que eso es la teleserie. No es más que eso”.